Tu angustia me angustia, tu tristeza me entristece, tu alegría me alegra, tu dolor me duele.
Tu ternura me arrulla, tus caricias me acogen, tus nervios me enervan, tus líos me enredan, tus prisas me aturullan, tu calma me tranquiliza. Tus gritos me estremecen, tus lágrimas me ahogan, tus risas me llenan de energía.
Tu enfado me alerta, tu inapetencia me preocupa, tu preocupación me descoloca, tu miedo me aterroriza.
Tu sonrisa me anima, tu apoyo me ayuda a crecer, tu seguridad me hace sentir fuerte, tu respeto se traduce en seguridad. Seguridad de que puedo con lo que se me ponga delante, seguridad de que tengo respaldo, seguridad de que mis errores no se penalizarán sino que serán un trampolín de aprendizaje, seguridad de que puedo expresarme como soy, seguridad de que no me dejarán solo, seguridad de que podré elegir libremente, seguridad de que seré escuchado, seguridad de que seré aconsejado desde el corazón, seguridad de verdad.
Estas palabras bien podrían ser las que se dijeran dos enamorados, pero cuando las he escrito, solamente pensaba en un niño o una niña y su relación con los adultos más importantes para él: padres, abuelos, profesores. En muchas ocasiones, cuando nos relacionamos con nuestros hijos o con otros niños, no somos conscientes de que, igual que todo acto tiene consecuencias, toda expresión de nuestro estado emocional, por muy leve que sea, también tiene repercusión directa sobre ellos. Son pequeños pero no tontos, pequeños pero no insensibles, pequeños pero observadores y, al igual que cuando nuestra pareja u otro adulto importante para nosotros muestra todo lo que he descrito arriba, nosotros nos preocupamos, alegramos, agobiamos y mil cosas más. Los niños también.
La gran diferencia es que los niños no saben interpretar en la mayoría de lasocasiones los motivos por los que manifestamos determinados sentimientos ydeterminadas conductas, y esto puede llevar a malas lecturas que hagan que laconducta del niño no se ajuste a lo esperado.
Las palabras de hoy son solo para que recordemos que nuestros pequeños también nos sienten y también padecen con nosotros, lo bueno y lo malo, y necesitan de adultos sensibles dispuestos a realizar una escucha activa que les sepa interpretar, ayudar y acoger cuando sufren.
Antes de atacar su conducta como problema, de intentar mil y una alternativas de modificación de conducta, mirémonos al ombligo y veamos cuánto de la conducta que queremos cambiar viene derivada directamente de mi conducta.
SI QUIERO QUE LAS COSAS CAMBIEN, TENGO QUE SER GENERADOR DE CAMBIO