Hacer un recorrido por la actualidad de este verano me revuelve las tripas y saca lo peor que llevo dentro, porque lo llevo, porque lo llevamos, porque este verano ha dejado al descubierto que el hombre es el animal más sanguinario del planeta, no sólo con el resto de animales, sino también con los de su misma especie. Somos capaces de dejar que se ahoguen miles de personas en los océanos, y que mutilen y maten a niños sin quitarnos el sueño, eso sí, compartimos la noticias en nuestro muro de Facebook dejando clara nuestra indignación, es nuestra bula papal con lo lejano. Pero también hemos tenido atrocidades aquí cerquita, y mientras algunos se alegraban de la muerte un joven torero, la misma “fiesta nacional”–aunque yo sigo sin ver dónde está la ”fiesta” y miren que lo he intentado- nos ha dejado la realidad de una sociedad que aún no ha superado la época del paleolítico.
Varias violaciones en pocos días, intentos de violación, abusos sexuales y toda una lacra de violencia que usa fiestas nacionales y no nacionales para matar, violar o maltratar. Y por otra parte, y ajeno al festejo, varias mujeres han sido asesinadas por sus parejas, e incluso emparedadas una vez muertas; tres niños fallecieron en un incendio, además de agentes forestales muertos en el ejercicio de su trabajo, sin pena ni gloria. Pero la violación en grupo en los San Fermines nos ha dejado desencajados a todos, nosotros, que nos creíamos que eso sólo pasaba en países como la India, con una sociedad tercermundista dividida en castas, y una alta tasa de analfabetización. Y esto ha hecho que nos hayamos dado de golpe con nuestra realidad social española.
Empecemos por el nombre del grupito de WhatsApp de los ‘amigos’: La Manada. Si, una manada de sementales pugnando por demostrar quién es más bravío, quien tiene más casta, quién es el macho alfa. Y el Prenda se hizo con el premio. Hizo su faena del año -“Puta pasada de viaje”, decía en el grupo- y salió a hombros por la puerta grande del coso de Pamplona, la faena que cualquier semental sueña y con la que soñaron el resto de machos de La Manada -“cabrones os envidio”- rezaba otro de los mensajes. Fue una obra grande para el macho alfa -“nos follamos a una entre cinco”- y entre ellos se jaleaban al como toreaban a un toro de gran calidad; y la faena, por su puesto, merecía foto y video para jactarse de ello con el resto de La Manada. Y así con el pecho hinchado de ego cerraron el festejo. Un faenón con muletazo hondo, profundo y estoconazo a una chica de 18 años, por el que acabaron con sus cuerpos en prisión, aunque mi mente retorcida aún no ha encontrado el destino merecido para estos cinco erales.
A los vecinos aún les debe de dar un escalofrío al saber la barbaridad que allí se perpetró, sin que ellos se enterasen. Y supongo que aún madres y padres bajan al portal cuando sus hijas llegan de fiesta o del instituto, que el peligro no están en que las chicas se vayan de fiesta -¡¡¡ojo¡¡¡- ni en que se emborrachen, que yo sepa eso no es ilegal, lo ilegal es violar a una mujer o aprovecharse de su estado de ebriedad. Ya lo he dicho en otras ocasiones: “Ojalá fuéramos más animales y menos bestias”.
Y así vamos finiquitando un verano sangriento, antes de saber quién será nuestro próximo presidente del Gobierno, que esperemos que lo primero que haga sea replantearse el estado mental de una sociedad un tanto enferma de ego. Eso sí, nos quedamos con el esfuerzo, coraje y buen hacer de nuestros medallistas olímpicos. ¡Honor y gloria para ellos¡