La diferencia entre cotillear y curiosear es la intención con la que observas, preguntas o indagas sobre lo que te ha llamado la atención. Las personas cotillas son aquellas que quieren saber para tener con qué chismorrear, mientras que la persona curiosa quiere saber por puro placer de aprender y esto es precisamente lo que les ocurre a los niños, especialmente a los más pequeños.
La maquinaria de aprendizaje se pone en marcha cuando hay algo que llama la atención, que motiva, que apetece, que pone en el punto de mira a la curiosidad inocente del niño que quiere entender el mundo. Decimos que los niños son esponjas, que absorben todo, y es así porque están hambrientos de conocer, tienen su almacén de memoria abierto y dispuesto a guardar millones de cosas nuevas, porque aprender es un verdadero placer.
Pero por desgracia, son muchos los adultos que tachan a los niños pequeños de cotillas e impertinentes atribuyendo una serie de intenciones interpretadas desde un mundo adulto y que dista mucho del verdadero interés de sus preguntas.
Cuando mi hija se queda atónita y pregunta en el vestuario de la piscina por qué una madre lleva varios tatuajes y piercings y se queda asombrada al verla ponerse una ropa interior diferente a la que acostumbra a ver a su madre, no es una maleducada ni una impertinente, está pidiendo la explicación de por qué hay madres diferentes a la suya. Y cuando emocionada le dice a la cajera del supermercado cuando pasa por la cinta la caja de tampones que su mamá lleva un tapón en el culete, tampoco es una bocazas, simplemente quiere compartir y explicar a los demás lo que ha aprendido. Lo que ocurre es que para los adultos son situaciones más que embarazosas y por eso las reprimimos, castigamos y penalizamos, sin ser conscientes quizás de que haciendo eso estamos matando la curiosidad necesaria para encender los motores de aprendizaje de nuestros hijos.
Cuando un niño hace preguntas que pueden resultar impertinentes o comentarios que pueden ofender a los demás, pero cuya intención es simplemente buscar una explicación a lo que está viendo o viviendo y no comprende, no debemos cortarla. Si la otra persona se ofende pediremos disculpas y si es necesario explicaremos la necesidad de aprender de los niños para evitar un problema a mayores, pero es importante dar una respuesta a su pregunta a la vez que se le explica que lo que ha dicho puede ofender y no es oportuno hacerlo en público. Le enseñaremos e instaremos a que nos pregunte cuando esté apartado de quien pueda sentirse ofendido, pero no le prohibiremos preguntar, porque sino, lo que le estamos enseñando es que preguntar y querer saber es malo y ofensivo, y con ello dinamitamos futuras posibilidades de preguntar.
La ciencia avanza porque los científicos se preguntan, descubrimos cosas porque algunos se preguntan, la sociedad crece porque hay quienes conservan ganas de curiosear, de indagar, de aprender y, sobretodo, de entender. No matéis la ilusión por preguntar de los niños porque pararéis los motores de la motivación y el aprendizaje.