EL DIAGNÓSTICO DEL TDAH

Playing de Óscar Velázquez

Con este artículo cierro ya, al menos por un tiempo, lo que quería comentar sobre el trastorno por déficit de atención e hiperactividad. Si uno atiende a los criterios diagnósticos del trastorno se dará cuenta que son criterios puramente observacionales y que pueden obtener muy diversas puntuaciones en función de quien los aplique. Cierto es que de forma habitual se hace el diagnóstico con un cuestionario que rellenan los padres y otro los profesores para tener información cruzada y contrastada de los dos contextos en los que mayoritariamente se mueven los niños. Pero también es cierto que cada vez pedimos a los niños comportamientos de adultos y nos olvidamos de que no son adultos en pequeños, sino niños y, por definición, necesitan moverse, necesitan preguntar y aprender a respetar turnos de palabra, necesitan aprender a controlar impulsos, porque nacemos siendo puro impulso y casi cero racionales, es decir, necesitan hacer gran parte de los criterios diagnósticos para aprender a controlar su conducta.

Es curioso que los mismos criterios diagnósticos son para niños de 7 años que para chavales de 18 o para adultos de 40 años. ¿Es que acaso se comportan igual personas de tan diferentes edades, o tienen las mismas necesidades, o tienen el mismo nivel de desarrollo? ¿no es esto un poco chocante? ¿Cómo es posible que los recursos sanitarios para los niños sean claramente diferenciados a los de los adultos porque sabemos que no tienen las mismas necesidades, pero para diagnosticar usamos las mismas escalas diagnósticas? A mí esto, cuanto menos, me suena a que me quieren vender una moto.

El otro día hablaba con una madre que la profe de su hija de 2 años se quejaba porque no era capaz de realizar la ficha sentada en la silla, ¿pero alguien puede explicarle a esta profesora algo de desarrollo evolutivo? Pretendemos que de golpe y porrazo cuando los niños pasan a Educación Primaria puedan mantenerse sentados en una silla 5 horas trabajando y sin molestar, sean capaces de leer y escribir para poder incluso hacer exámenes y si no pasan por esta medida estándar enseguida son avisados los padres de un posible trastorno por déficit de atención, someten al niño a millones de pruebas, visitas médicas, profesionales del colegio y externos, les medican, les empiezan a poner pautas de control conductual y toda su vida queda focalizada e interpretada en clave de trastorno.

No somos conscientes de lo que estamos haciendo, pero de lo que estamos sembrando, recogeremos, y cada vez hay más casos en los que encontramos a niños y adolescentes que psicológicamente no se sienten capaces de hacer nada si no han tomado la dichosa pastilla, porque es a la que atribuyen sus escasos éxitos, trasladando a factores externos su progreso e impidiendo que crezcan sintiéndose capaces de valerse por sí mismos.

Yo me niego a aceptar que esto siga así, y por lo menos os pido que os preguntéis, que cuestionéis lo que se está dando por sentado y que no os conforméis con etiquetar a vuestros hijos, porque la etiqueta no resuelve, complica su desarrollo.

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