Alcanzamos la semana 27 de gestación, entrando de lleno en el tercer y último trimestre. Ahora es cuando la cosa empieza a ponerse difícil, en el sentido de que cada vez se van haciendo más complicadas algunas tareas, otrora sencillas, como caminar o respirar. Si, si, parece que exagero, pero ni un poquito, ¡vaya!
La hora de dormir se ha convertido en un verdadero suplicio, me cuesta respirar y no dejo de dar vueltas en busca de una postura cómoda, la verdad es que me conformo con que sea medianamente aceptable, la comodidad es un término sobrevalorado en esta situación. Pues si a este pequeño inconveniente le sumamos los ronquidos de mi marido, que a este paso me va a denunciar por malos tratos de las patadas y meneos que le meto al pobre para que cambie de postura y así deje de despertarme cada veinte minutos, lo dicho, las noches se han vuelto una tortura, y esto no acaba nada más que empezar.
Aunque en este momento, tras realizarme una ecografía de seguimiento, me tiene un poco preocupada el peso del bebé. En principio es normal, pero el perímetro de su abdomen es muy bajo con respecto al resto del cuerpecito. Vamos, que no ha nacido y esto ya es un sinvivir. Me han dicho que tengo que hacer reposo y comer y dormir mejor. Lo de dormir, a ver cómo lo soluciono sin echar al padre de la habitación, que también tiene derecho al descanso; lo de comer bien hasta ahora no se me ha dado nada mal, de hecho, pensaba que me estaba pasando de rosca, pero mira tú por donde, al final voy a tener que ponerme como una auténtica bola, todo sea por el ‘bien común’.
Pero lo del reposo, no lo llevo nada bien, ¡menudo tostón! Ahora, que el padre de las criaturas se ha puesto en plan Teniente O´Neil y atrévete tú a llevarle la contraria. No puedo ni coger un vaso, ¡qué desesperación! Ya el informe del ginecólogo parece una sentencia en firme ‘reposo relativo domiciliario’, madre mía, ahora solo tengo ganas de saltarme la libertad condicional y deambular por las calles del Bronx en plan “fugitiva peligrosa, embarazada de seis meses, cuidado con tropezar con ella, se aburre soberanamente y puede dejarle KO con su cara lastimera y su parloteo sin cesar”.
Lo dicho, todo sea por la pequeñaja, que por otro lado no deja de golpear mi barriga por dentro, yo creo que no coge peso porque está todo el día haciendo ejercicio, si no la llevara dentro no creería que es mi hija, ¿a quién habrá salido? ¡Si en mi casa es ilegal llevar ‘chándal’, esa prenda que debería estar prohibida por la convención de Ginebra y que viene reflejada en el Protocolo de Kioto al lado de las limitaciones de emisiones dióxido de carbono y gas metano! ¿Quieres ir cómod@ por casa? Cómprate unas mallas o ponte el pijama, pero nunca, repito: NUNCA, utilices el chándal para salir de tu hogar, limita su uso al gimnasio y ni eso, opción ‘mallas’ siempre es mucho mejor.
Ay qué me enciendo, que en vez de un blog de embarazada parece un blog de moda o de bruja enfadada con el mundo. Un poco de comprensión que estoy confinada en el salón de mi casa y se me atrofian las neuronas…
En fin, en conclusión, que tengo revisión en dos semanas a ver cómo evoluciona la guerrera número dos y que voy a cuidarme, por cierto, curva del azúcar ¡superada!