La conciliación y otras mentiras a la cara

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Creo que el título de este post es bastante revelador. Hoy voy a hablar de esa utopía llamada conciliación familiar y que también va a asociada a otras vergüenzas nacionales como la flexibilidad horaria.

Seguramente a estas alturas quien no haya visto, oído o leído algo sobre el programa de Jordi Évole del pasado domingo es que está o muy ocupad@, o en plan zen, intentando desintoxicarse del mundo en general. No soy una fan incondicional de este programa, ni de este presentador precisamente, pero en esta ocasión dieron en el clavo y no se trataba de un clavo agradable, la verdad.

Fue un programa, en mi opinión, triste, sí, a mí me entraron ganas de llorar, ¿por qué? pues porque es totalmente desproporcionado el abismo existente entre países. Suecia siempre nos ha parecido el paradigma del buen gobierno y el civismo, pero es que realmente lo es. Políticas sociales que funcionan porque los ciudadanos funcionan, tienen conciencia y respetan las leyes, no buscan la trampa, y con ello, han conseguido crear un estado de bienestar sostenible y real.

Sentí envidia por el auténtico respeto hacia la familia, el sentimiento arraigado de que la familia es la base de toda sociedad, que sin hijos no hay futuro, pero que no se trata de parirlos y se acabó, hay que criarlos. Y no hablo solo de darles una educación y una formación para que sean los más listos, inteligentes y líderes del grupo. Nuestros hijos necesitan cariño, afecto, amor, saber que estamos a su lado cuando lo necesitan, tener la seguridad de que al salir de la guardería estarás ahí para abrazarlos y decirles que los hemos echado de menos.

En España son los abuelos quienes se encargan de esta labor y nos equivocamos de forma radical. Los abuelitos son tremendamente importantes, pero no para educar y cuidar de los nietos, eso ya lo hicieron con nosotros. Nuestros padres están para malcriar a sus nietos y disfrutar de ellos.

En este país no existe la conciliación familiar y no existirá nunca hasta que no haya una verdadera equiparación en la baja maternal y paternal. No es un tema de igualdad de género, -no vayáis a confundir mi argumento-. La igualdad entre hombres y mujeres es un invento, porque, señores y señoras, -y aquí llega la verdadera revelación-, los hombres y las mujeres NO SOMOS IGUALES. No pensamos igual, no trabajamos igual y, ni mucho menos, sentimos igual.

Yo no quiero trabajar doce horas al día y llegar a mi casa a mesa puesta, cenar y acostarme para triunfar laboralmente. De hecho, creo que eso es un auténtico fracaso. Nunca he entendido que cuantas más horas eches en el trabajo, más eficaz eres, ¿¿quién se ha inventado esta milonga?? ¿¿a quién le debemos semejante estupidez?? ¡¡Todo lo contrario!!

Creo que, si eres realmente eficaz y eficiente en tu trabajo, -todo ello sumado a la motivación y la satisfacción laboral-, terminas antes. A cuento de qué, tienes que quedarte cuatro horas más mirando la pantalla del ordenador calentando silla… pues porque está mal visto en esta España nuestra del siglo II antes de Cristo.

Y ahí es donde entra la flexibilidad horaria. He tenido la suerte de vivir fuera de España durante largo tiempo y en ningún país de los que he estado o donde he viajado, ninguna de las empresas, grandes o pequeñas, abrían más allá de las cinco de la tarde a excepción de grandes urbes, tipo Nueva York o Londres.

El caso es que no entiendo este atraso en España. Flexibilizar horarios no es sinónimo de falta de ganas de trabajar o vagancia. A mí me encanta trabajar, me siento tremendamente realizada y me gusta sentirme útil, pero por encima de todo quiero estar con mi familia, quiero que se sientan arropados, amados y cuidados, y para ello, es necesario tener tiempo, no vivir para trabajar y dejar de lado lo más importante que hay en esta vida.

Ya sabéis que estoy embarazada y que estoy desempleada. Lo que no os he contado es que en estos siete meses y medio he seguido buscando trabajo y he hecho varias entrevistas. El éxito ha sido nulo pero lo que peor he llevado ha sido un par de decepciones.

Tuve una entrevista en una empresa muy prometedora, era un proyecto muy bonito y me ilusioné. Di lo mejor de mí misma y me dijeron que era perfecta para el puesto. Obviamente les dije que estaba embarazada pero que me amoldaba a sus expectativas y puse como ejemplo que en mi trabajo anterior me incorporé a los dos meses de dar a luz, -ejemplo de mi propia ‘involución’, como podréis comprobar-.

Finalmente, al cabo de un mes, me dijeron que era la candidata ideal, pero que otra persona había sobresalido un poquito más… probablemente no estuviera embarazada o sería un hombre.

¿Qué esperaba? Fui tonta al hacerme ilusiones, y ¿Por qué?, por qué lo hice, teniendo como ejemplo en España a una mujer empresaria, portavoz de un colectivo importante que alza su voz en contra del contrato laboral a mujeres entre 25 y 40 años por sus altas probabilidades de maternidad… ¡Indignante! Sinceramente, estoy orgullosa de ser española, enarbolo mi bandera allá por donde voy, pero en estos casos me avergüenzo, no de mi país, sino de su gente.

Yo no quiero ser emprendedora, ¡oiga usted!, resulta que hoy en día, si quieres ser ‘libre’ y disponer de tu tiempo tienes que montar tu propio negocio. Y si no te subes al carro, es porque no quieres vivir tus sueños y conformarte con ser una ‘oveja’ más.

Pues mira no, yo no soy así, me conozco perfectamente y soy consciente de mis puntos débiles y fuertes. Me gusta trabajar en equipo y tener alguien que me guie. Formar parte de un conjunto y cobrar mi nómina a fin de mes sin preocuparme del IVA o de la seguridad social. Creo que ser autónomo es un timo y no le veo las ventajas por ningún sitio.

No quiero montar mi propia empresa, ese no es mi sueño, ni mi ilusión. Necesito una figura de autoridad, -apelaremos a Freud si os parece bien-, pero es mi decisión y que no me vendan la moto. Me parece genial, respetable y admirable quien lo hace, hay personas que valen para ello. Yo no soy una de ellas. Y por ello, quiero mi respeto y mi espacio en el mercado laboral, que me permita auto realizarme laboralmente y que a la vez me deje disfrutar de mi familia. ¡Eh! Que no me estoy volviendo loca, que se puede, y para muestra, Suecia.

Puede que sea un bicho raro pero jamás se me ha ocurrido defraudar a hacienda o hacer alguna triquiñuela para no pagar impuestos o algo por el estilo. Sí, llamadme rarita, pero es que estoy un poco hasta el mismísimo moño de la picaresca española. “Como todos lo hacen, no voy a ser yo el único idiota que no lo haga” ¿Y qué demuestra este pensamiento colectivo? que somos unos paletos y que así nos va.

Nos quejamos mucho, muchísimo, de lo mal que va España y de lo podrido que está el sistema, pero no tenemos más que lo que nos merecemos. ¿De verdad alguien se cree que las nuevas oleadas de aspirantes a políticos nos van a hacer que seamos un país moderno y avanzado?, ¿de verdad alguien se cree que los viejos dinosaurios políticos van a cambiar y dejar sus cómodos tronos de oro para acercarse al pueblo llano?, ¡¡no me hagáis reír!! Y nada va a cambiar porque no somos capaces de evolucionar.

¡¡Somos trogloditas sociales!!

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