10 razones para meter a los peques en la cocina

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La cocina es uno de los mejores entornos de aprendizaje que hay así como uno de los mejores escenarios para rehabilitar, por ejemplo, un daño cerebral. Y hay muchas razones por las que digo esto, os explicaré algunas:

 

  1. Trabaja prácticamente todos los contenidos curriculares de matemáticas de toda la Educación Primaria y algunos de física y química de Secundaria: unidades de medida (peso, volumen, tiempo), aritmética básica (sumas, restas, divisiones y multiplicaciones), fracciones, proporcionalidad, densidades, secuenciación, estados de agregación de la materia, mezclas, velocidades de reacción… estamos cansados de oír hablar del aprendizaje significativo, de que el alumno tiene que estar motivado y demás historias, y digo yo, ¿qué mejor motivación para aprender cosas tan abstractas como el concepto de volumen, densidad, proporcionalidad, etc que aplicándolo en la realización de un plato que nos guste? Por ejemplo un volcán de chocolate, o unos canelones, o una pizza con la masa casera, ¿os imagináis?
  2. El aprendizaje es mucho más duradero y significativo si es aplicado, si implica hacer, experimentar, manipular, porque no solo pones en marcha los mecanismos intelectuales que “encienden” gran parte de nuestro cerebro (atención, memoria, razonamiento…), sino que les estás ayudando a funcionar a pleno rendimiento cuando les acompañas de una actividad motriz: cortar, amasar, picar, rallar, revolver, desmigar, mezclar… y porque, además, lo completas con una buena estimulación sensorial: olor, tacto, sabor que están completamente olvidados en el contexto de aula escolar.
  3. Exige desarrollar habilidades esenciales para la vida: paciencia, atención, capacidad de esperar, valorar las cosas, disponibilidad para aprender.
  4. Es una actividad que permite trabajar la creatividad al máximo, pero también aprender a seguir pautas dadas. Para ser un buen chef tienes que ser capaz de aprender aspectos básicos de la cocina (tiempos de horneado y cocción, técnicas específicas para tratar determinados alimentos…) pero tienes que ser capaz de combinar esos conocimientos de manera que llegues a crear nuevos platos y a variar recetas de otros.
  5. La cocina es un entorno de aprendizaje de hábitos saludables para la alimentación de los más pequeños. Si tuviéramos una asignatura de cocina en las escuelas, sería mucho más fácil conseguir que todos los niños comieran de forma más saludable y, además, les gustara. Si aprenden a cocinar distintas verduras o pescados, que parece siempre que es lo que más les cuesta comer, tendrán mayor motivación por comerlos. Así cuando sean #cuarentañeros como nosotros, llevarán una dieta saludable y disminuiremos las tasas de obesidad.
  6. El desarrollo de la motricidad fina es espléndido en la cocina porque requiere hacer muchas tareas de precisión: cortar, picar, remover, envasar, mezclar… y, además, con distintas texturas, durezas, consistencias, humedad… que aportan un desarrollo mayor del sentido del tacto y propioceptivo (ya hablaremos en un futuro de este sentido).
  7. Es divertido, engancha y, además tiene un premio al final de la actividad. ¿Cuántas tareas escolares acaban con algo tan gratificante como zamparse lo que uno mismo ha cocinado? ¿Qué carga de motivación puede tener un trabajo de aula que se basa en repetir 20 veces el mismo ejercicio aunque no entiendan nada de lo que realmente están haciendo, frente a un trabajo en el que hay un resultado final tangible, que puedes compartir con otros y que produce un placer enorme como es el comer?
  8. Se pueden trabajar otras asignaturas curriculares de forma transversal: historia (buscando recetas de determinadas épocas y tratando de imaginar cómo comían nuestros antepasados en dichas épocas), lengua (comprensión lectora, ortografía, vocabulario), Educación Plástica y Visual ( haciendo presentaciones bonitas y curradas de los platos), Educación Física (aprendiendo hábitos saludables, identificando alimentos energéticos que requieren mayor ejercicio para quemarlos…)
  9. Es muuuuy divertido y ayuda a desconectar de los problemas diarios.
  10. Permitirles que nos ayuden en la cocina es darles la oportunidad de aprender, y por tanto, de que en un futuro ellos puedan coger las riendas en determinados momentos y colaborar con las tareas de casa.

 

Y si alguien se pregunta por la edad de inicio, os diré que mi hija mayor (solo tiene 2 años) lleva entrando conmigo y ayudándome desde que tenía aproximadamente unos 14 meses y le encanta partir y batir huevos, echar los muslos de pollo a la cazuela, enharinar el pescado, preparar pizzas… y así consigo que muchos días, por la noche o mediodía, no tenga que estar repartida entre la cocina y el resto de la casa para controlar lo que hace. Eso sí, armaros de paciencia y concienciaros de que habrá que limpiar algo más, pero eso también tienen que aprender a hacerlo.

 

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