Los mil y un juguetes de nuestros hijos ¿austeridad o despilfarro?

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¿Cuántas veces nos hemos encontrado con la vena hinchada y a grito pelado por la casa detrás de los niños para que recojan el despliegue de juguetes que han hecho por toda la casa? ¿cuántas veces tenemos que pedirles a los pequeños de la casa que no se vuelvan locos con los juguetes y jueguen tranquilamente? ¿cuántas veces nos ha tocado agacharnos y recoger tooooodo lo que han dejado tirado por el suelo? Y, lo más importante, cuántas veces nos hemos dicho : ¿pero para qué tendrán tantos juguetes?

Seguro que más de uno os habéis reconocido en las preguntas del primer párrafo, y es que, lo más frecuente en todas las casas es que ocurran escenas como las que se os han venido a la mente con esas preguntas. Pero hay formas de evitar que esto ocurra, y es necesario trabajar en ello, porque generan hábitos que pueden, entre otras cosas, influir directamente en la calidad atencional de los niños y, por ende, en su rendimiento académico futuro y en su funcionamiento diario.

Si los niños tienen exceso de juguetes y, además, acceso a todos ellos, corremos el riesgo evidente de que vayan sacando todo, jueguen unos escasos minutos con cada uno y pasen seguido a jugar con otro. Esto no tendría mucha relevancia si solamente implicara que después hay que recogerlo todo, sin embargo, tiene un efecto directo sobre el sistema atencional del niño.

Para poder estudiar y realizar tareas de forma funcional cuando somos adultos, es necesario que nuestro sistema atencional esté acostumbrado a centrarse durante un cierto tiempo sobre un mismo estímulo y no cambiar su foco frecuentemente. Si acostumbramos a los niños a que su sistema atencional esté continuamente cambiando de foco de interés y no cuidamos que aprendan a centrarse pausadamente en un estímulo, el día que tengan que hacerlo nos va a suponer un gran esfuerzo y caemos en el riesgo de que les acaben poniendo la etiqueta de moda por un #TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) sin que realmente exista un problema de neurotransmisores que lo justifique, sino que derivará de un problema educativo y ambiental.

Si queremos que los niños sean pacientes, aprendan a esperar, sean capaces de centrarse en una tarea compleja sin necesidad de interrumpir continuamente la actividad, debemos tener en cuenta que:

1. Enseñarles a sacar un juguete cada vez y no sacar uno nuevo antes de guardar el otro, favorece centrar la atención en un solo foco de interés y, además, ayuda a aprender a recoger, cuidar las cosas y ser ordenado.

2. Un juego calmado sin un exceso de estímulos y desorden favorece una actitud tranquila y reflexiva.

3. Recoger y cuidar los juguetes nos ayuda a aprender a responsabilizarnos de nuestras cosas, aprender a disfrutar de lo que tenemos.

4. Ser austeros con el número de juguetes ayuda a valorar lo que uno tiene y, lo más importante, ayuda a desarrollar la imaginación y la creatividad para poder jugar a otras muchas cosas dando usos diferentes a los que ya tenemos o adoptando nuevos elementos como juguetes: cajas de cartón, sábanas viejas…

5. Tener pocos juguetes exige repararlos si se rompen. La abundancia de juguetes y la reposición rápida de aquellos que se han roto hace que los niños no se esfuercen por cuidarlos y tampoco por aprender a arreglarlos, y es necesario que les concienciemos de esto, porque en los juguetes rotos también está nuestra huella ecológica, y la educación ambiental debe estar presente en todas las actividades diarias.

Estos son solo algunos de los motivos, más adelante hablaremos de más cosas con respecto a esta perspectiva de la austeridad y el conformarse con lo que se tiene.

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