Como todas, en ocasiones especiales y cuando tengo el tiempo para ello, me gusta pintarme. Que si un poco de “pote”, que si colorete, que si este rímel que me ha recomendado mi amiga es mejor que el que utiliza mi otra amiga.. Pero, ¡que gran pereza el desmaquillarse! Sobre todo cuando llegas cansada a casa después de un día (o noche) largo y lo único que quieres hacer es quitarte los zapatos, hacer pis, meterte a la cama y dormir.
He probado muchas cosas, los geles de limpieza facial que se emplean a modo jabón, las aguas micelares, las toallitas desmaquillantes, pero todos acaban dejando mi cara un poco seca y con la piel como tensa y rojiza.
Y una vez, una señora mayor en la peluquería del pueblo de mi madre me dio la respuesta a todas mis plegarias. ¡Bendita sabiduría popular, y benditas señoras que van a la peluquería a charlar y pasar la mañana!
¿Sabéis cual era el maravilloso remedio? Agua y limón. Sí, como leéis, así de simple y accesible. En un algodón desmaquillante, se exprime un poco de limón y luego le echamos unas 3 gotitas de aceite de oliva. Se pasa por la cara y… ¡¡¡taraaaan!!! (por favor, léase el taran como el sonido que hacen en el circo cuando acaban de hacer un truco maravilloso y el público queda anonadado mientras suenan los tambores)
Simple, rápido y barato. No sólo te quita todo el maquillaje de manera rápida y efectiva, sino que también te deja la cara radiante e hidratada. Además, el efecto del aceite mientras duermes hace que al día siguiente tengas la piel suave y tersa.
No os preocupéis, un día que me tocaba ir al dermatólogo le pregunté sobre esta artimaña, y me confirmó que la reacción química del aceite de oliva con el limón sienta muy bien a la piel, aparte de limpiarla.
Así que… ¿a qué estáis esperando para probarlo?