La mayoría de nosotros tenemos padres que rozan los 65 o están ya en ese periodo post-jubilación. Muchos (el 80% según la última Encuesta Nacional de Salud) viven una etapa activa, saludable, sana… Pero el resto tiene dificultades para llevar a cabo actividades de la vida diaria (AVD) sin ayuda. Son frágiles o dependientes. Muchas veces vemos el deterioro de nuestros padres y lo despachamos con un ‘cosas de la edad’. Sin embargo, el proceso de envejecimiento no es igual para todos y hay problemas a los que debemos estar atentos.
Muchas personas, cuando ya no tienen una vida ordenada por los horarios laborales, dejan de cuidar de sí mismos. No vigilan su higiene, no atienden su casa… Cualquier cambio significativo en la forma en la que tus padres llevan a cabo las tareas cotidianas puede ser un síntoma de circunstancias de salud que hay que controlar. Si ves que pierden peso, puede que tengan problemas para cocinar o alguna enfermedad que cambia el sabor o el olor de los alimentos o, incluso, que tengan dificultades para masticar o tragar.
La generación de nuestros padres es una de las primeras en las que el deterioro cognitivo es una auténtica epidemia. La pérdida de memoria es preocupante si es constante y no se produce solo en momentos puntuales. Vigila si tienen problemas a la hora de hablar (no recuerdan una palabra o la cambian por otra), problemas de orientación en lugares conocidos, olvidos peligrosos (dejan una olla al fuego o abren el grifo de la bañera)… Pueden ser síntomas de enfermedades como el Alzheimer, el párkinson u otros tipos de deterioro cognitivo.
Cuando se envejece, perdemos movilidad. No es algo que pase de la noche a la mañana, pero pasa. Nuestra motricidad fina es menos fina, cuesta levantar los pies, se sufren dolores crónicos… Hay que hacer todo lo posible para que vivan en una casa segura. Habla con ellos, revisad el baño y valorad si es el momento de cambiar la bañera por una ducha (el 80% de los accidentes domésticos de personas mayores ocurren en el baño), de retirar las alfombras gruesas (es muy fácil tropezarse con ellas), de quitar muebles que ocupan demasiado espacio o de reordenar los armarios de la cocina para evitar tener que subirse a una silla para llegar a los estantes más altos.
Y, sobre todo, vigila su estado de ánimo. Según se van cumpliendo años es muy fácil caer en el desánimo, perder el contacto con amigos, encerrarse en uno mismo y tener mal humor. Anímales a que salgan de casa todo lo posible, a que no dejen de lado actividades que les gusten, que hagan aquello que durante su etapa laboral no pudieron hacer. Muéstrales programas de voluntariado, la Universidad de la Experiencia, el nordic walk… Implícate, interésate.