¿Quien no atiende el niño o los adultos?

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Parece que las modas no son solamente para vender más ropa y calzado, o más complementos, coches, móviles… sino también para favorecer la inmensa industria farmacéutica que cada vez se cuela más en nuestra vida haciéndonos creer estar enfermos por todo. Y es que, como muchos sabéis, la enfermedad de moda en los niños es el famoso TDAH (trastorno por déficit de atención con/sin hiperactividad).

Si bien es cierto que hay niños con trastornos de la atención, porque su sistema atencional por desgracia no funciona correctamente (generalmente debido a un daño cerebral, bien en el proceso de gestación, por una malformación genética o secundario a otra enfermedad o a un traumatismo), también lo es que a nadie le cabe en la cabeza que niños sanos corrientes y molientes de repente estén todos “trastornados” a nivel atencional. ¿Cómo es posible que haya habido un boom tan bestial de este diagnóstico? ¿cómo es posible que haya médicos que estén cayendo en la terrible práctica de diagnosticar a golpe de ver si funciona o no la pastilla mágica? ¿Cómo es posible que estemos permitiendo que a nuestros niños con tan solo 6 o 7 años se les estén metiendo anfetaminas para “tratar” un “trastorno de la atención” diagnosticado tan solo con escalas de observación dado que no hay pruebas de neuroimagen o analíticas concluyentes para tal diagnóstico? ¿Cómo es posible que estemos permitiendo una invasión tan brutal de las farmacéuticas en el terreno educativo llegando incluso a plantear en algunos colegios que el apoyo a las dificultades de aprendizaje o conductuales de un niño están sujetos a que haya un papel firmado por un médico con dicho trastorno y, además, se tenga que consumir la dichosa medicación? ¿Estamos perdiendo la cabeza o qué?

¿Acaso cuando nosotros los adultos tenemos una preocupación importante rendimos bien en el trabajo? ¿Cuando nuestro nivel de estrés y ansiedad es elevado somos capaces de recordar todo lo que nos dicen y lo que tenemos que hacer, de no extraviar nuestras cosas, de no saltar a gritos a la mínima, de no parar quietos en la silla….? ¿verdad que a todos nos ha pasado esto cuando tenemos problemas serios? Pues también es una de las cosas que les pasan a nuestros niños, pero no nos paramos a ATENDER esos detalles. Los niños no manejan el lenguaje como los adultos y hay muchas cosas que no saben explicar y tienden a expresarlo de forma conductual, y los adultos, que somos en teoría los más maduros, cabales y razonables, en lugar de analizar los porqués de sus conductas, nos conformamos con que les den una pastilla que les deje medio atontados y así estamos más tranquilos.

Hay mucho más que decir sobre esto, y prometo continuar en las siguientes semanas, porque es necesario que los padres también tengamos unos mínimos conocimientos para no conformarnos con un diagnóstico en base a una escala de observación subjetiva.

 Por Teresa Solís, pedagoga de profesión y de vocación.

 

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