Seguro que muchos de vosotros recordáis vuestro primer beso. Cerrad los ojos (venga va, después de leer el post)… estoy segura de que podéis revivir ese momento, trasladaros al lugar dónde se produjo, sonreír pensando en la persona con la que compartistéis ese instante. No os contaré el mío, ya no procede, pero sí os confesaré que da igual los años que pasen, de alguna manera, ese momento se ha quedado en mi memoria.
Puestos a confesar, os diré que soy muy miedosa, muchísimo… Aún tengo miedo si pienso en la primera vez que me subí a un avión. Estaba en el ‘cole’ aún, era la excursión de final de etapa, creo que tercero de BUP. Nos fuimos a Italia, volvíamos de Roma tras un largo viaje en bus y una semana de amigos, excursiones, arte y ciertas juergas juveniles. El caso es que, como todo, el superviaje también llegó a su fin. Llegó la hora de ir al aeropuerto, era de noche. Subí nerviosa, más nerviosa de lo que hubiera imaginado (que era mucho) y cuando el avión empezó a despegar… ¡madre mía! ¡qué horror! Cerré los ojos llena de terror (creo que lo sigo haciendo en cada vuelo) y pensé… Si todo lo que sube, baja….que este trasto baje con prudencia.
Recuerdo (y seguro que muchos de vosotros también) la primera manifestación a la que acudí, fue en julio de 1997. Miguel Ángel Blanco había sido asesinado por ETA y yo, con 16 años, llena de impotencia y de sentimientos adolescentes encontrados, recorrí las calles de la ciudad, convencida de que unidos seríamos más fuertes. En ese momento me revolví contra lo que ocurría y pensé que estudiaría ciencias políticas, trabajaría para cambiar el mundo, lucharía por hacer las cosas distintas. ¡¡¡Menuda era yo!!!! O eso pensaba porque, al final, opté por periodismo 😉
Aún me duele sentir la primera muerte de un amigo, el primer amigo al que dije adiós, apenas teníamos 13 años y ‘mi chico’ desde la guardería se machó, y se iba para siempre. Recuerdo que, mientras su madre me abrazaba con una fuerza que aún siento, me faltaba el aire para entender el porqué.
¿Quién no se acuerda de su primera ruptura? ¿Quién no ha sufrido por algún desamor y quién no ha hecho sufrir un poco por lo mismo?. Recuerdo cuando mis padres me regalaron mi bandurria, era la primera vez que tenía un instrumento, que sensación mi primer sueldo, tenía 20 años, con el que invité a comer a mi familia, compré un reloj a mi hermana (y me compré una minicadena (teniendo que hipotecar mis dos suelos posteriores ante tanto derroche)… Pienso con nostalgia en la primera noticia que escribí en El Adelantado (era sobre un eclipse solar), el primer reportaje que presentó Matias Prats en a3 que yo mismo había producido, y que hablaba de inmigración, mi primer informativo en directo, o la primera vez que monté en globo… Todo es emocionante aunque nada se puede comparar a la primera vez que ves la cara de tus hijos, ni que sientes sus patadas en tu vientre, ni la primera vez que tomas una decisión importante en pareja, o la primera vez que decides poner en marcha lo que, en principio, sólo era un sueño…
La verdad es que si algo he aprendido estos años es que las primeras veces son únicas e irrepetibles, son necesarias e imprescindibles. Son las que se comparten con tus amigas, las que vives con tu pareja, las que más te hacen sufrir, llorar, reir, las que más te emocionan, las que hacen que, en el fondo, cada uno de nosotros seamos cada uno de nosotros. En definitiva, son las que nos hacen vivir.
En esta denominada crisis de la edad media tengo claro que tenemos que vivir con intensidad nuevas ‘primeras veces’, no debemos estancarnos, si no reconvertirnos… ahora también es momento de seguir viviendo primeras veces propias (que son necesarias) pero, también, tenemos la oportunidad de formar parte de de las primeras veces de las personas que queremos, compartirlas con los nuestros, con nuestros hijos, porque… ¿hay algo más vivo que un recuerdo?.
Quizás por ello, y porque debo tener un poco complejo de Peter Pan, vivo (o intentarlo, que no es fácil) como si fuera la primera vez. Aunque, eso sí, me esfuerzo por enseñar a mis hijos que sientan sus ‘primeras veces’ como algo especial. Muy pronto será la primera vez que iremos con nuestros dos pequeños fuera de España, visitaran otro país, será la primera vez que uno de ellos montará en avión y llevamos ya días pensando, planeando y soñando con ello… y, así, cada día. Creedme, cada vez que desaprovechamos una primera vez, es una experiencia que no regresa, una vivencia inerte.
Así que, (chin chin..). ¡Por muchas primeras veces!