No conocía Amsterdam y, sinceramente, creo que no he podido encontrar una oportunidad mejor para hacerlo, ni una compañía tan estupenda. Si es una ciudad preciosa, con ellos, ha sido aún más especial.
Como suele ser habitual en cada post, suelo confesar alguna cosa sobre mí: una debilidad, una afición, una sensación… Hoy toca debilidad, aunque también fortaleza. Os confieso (quizá suene un poco pretencioso) que en estos años si algo he conseguido ha sido aprender a formar equipos sólidos, tanto con mi contrario (y socio) como con las pequeñitas empresas que entre ambos gestionamos. No es fácil, pero tiene un secreto: la confianza.
Estar al frente de algo no es sencillo, y menos cuando tienes bastantes frentes abiertos. Provoca momentos de tensión, y otros de alegría. En ese momento, de debilidad, te planteas si merece la pena tirar tanto del carro, o el desgaste que produce en ocasiones pero, a su vez, como fortaleza, os diré que con pocas personas me siento tan cómoda, protegida, querida y respaldada que con ellos. No hablo de empleados, hablo de compañeros, de amigos, de personas que luchan por tus empresas con la misma energía que tú, que han crecido contigo, que se alegran cuando las cosas van mal y que sufren contigo cuando algo te duele. De partes importantes de la empresa, con voz y voto. Reconozco, y no dirá mucho de mí… que aunque, evidentemente, nuestras empresas luchan por crecer y consolidarse, no vemos el modelo de empresa como máquinas de hacer dinero. Quizás nunca nos hagamos ricos, pero la felicidad no sólo es llegar a la cima. Cada uno de los caminos son apasionantes.
Más confesiones. El 2015 fue un año demasiado intenso, que no es lo mismo que fácil. Ha sido un año de muchísimo trabajo y de algunas ilusiones que se han quedado por el camino, para mí y para todos. Meses de no parar, algunos días de locura, reuniones constantes, nuevos clientes, proyectos que han llegado y otros que se han marchado demasiado lejos… En definitiva, el ritmo de una agencia como la nuestra suele ser maratoniano, aunque somos pequeñitos. Este año ellos se merecían todo y la decisión estaba tomada. La cena de Navidad (por decir algo) se iba a transformar en una escapada.
Y llegados a este punto, regresamos al origen del post… ¿Y si nos escapamos a Amsterdam?
No creo que aporte demasiado el decir que Amsterdam es una ciudad sencillamente mágica, es una ciudad preciosa donde los canales inundan las calles y con un silencio entrecortado por los timbres de las bicicletas. Sí, de esas bicicletas preciosas, de paseo y elegantes, que recorren las calles y los puentes. Es una ciudad romántica para visitar en pareja, cómoda para viajar junto a niños y divertida si viajas con amigos, este era el caso.
En tres días tuvimos tiempo de hacer tres visitas guiadas. Claro que, nuestro guía es para recomendarlo, y así lo hago. Si alguna vez viajáis a Amsterdam y queréis enamoraros de la ciudad, no dudéis en contactar con él. Este chico de Albacete, profesor, afincado en Amsterdam y divertido a más no poder nos conquistó a todos. (http://guiarte.info/). Gracias David!
Fueron sólo tres días pero, ¡qué bien aprovechados! Alojarse en el mismo corazón de la ciudad tiene sus ventajas. Era un hotel normal pero estupendo, y cómodo. Sólo un pero…¡no hemos cogido ni un metro ni un tranvía, todo estaba a un paseo (más o menos largo).
Y más recomendaciones… ¡no perderse un paseo por el río Amstel, tomarse un vino caliente o un buen chocolate y un sinfín de cosas!. Aunque, si os digo la verdad, lo mejor de cada viaje es compartirlo con personas importantes, guardar en tu memoria momentos únicos, e irrepetibles, en este caso con compañeros que comparten junto a ti unos días diferentes, fuera de la rutina y locura diaria. Gracias chicos por darme tanto, se os quiere (y mucho).