Casi cuarenta. Ya nada es lo que era, y si no es nada es aún mejor

la-crisis-de-los-cuarenta-pelos

Llevo tiempo intentando entender que es esto de la crisis de los 40, de la mediana edad, de que se te pase el arroz y todas esas grandes ideas que unos cuantos tuvieron para amargarnos la existencia. Y es que la gente tiene mucho tiempo libre.

Pues creo que he resuelto el enigma porque me he puesto a pensar y me he dado cuenta que este año que cruzo los 35 he hecho cosas muy muy raras, como no hacer cosas; y encima, no me ha importado no hacerlas.

Os cuento que no os quiero liar. Empecé el año tras celebrar una Navidad en la que no hice absolutamente nada navideño. Ni adorné arbolitos, ni hice muñecos de nieve, ni salí en Nochevieja a la típica fiesta aburrida en la que todas se ponen de punta en blanco para ir a pasar frío. Nada. Al contrario, sólo se me ocurrió a mí que ese año iba a correr, agarraros, la Carrera de Fin de Año de la ciudad. Cinco kilómetros de nada, como aquel que dice.

Pues bien, ahí me veíais con mi gorrito de Papa Noel con lucecitas de colores para no llamar la atención, entre dos mil personas luchando por lo mismo que tú, no hacer el ridículo.

Para los incrédulos os diré que la acabé, eso sí, más roja que el gorrito que llevaba puesto y casi sin respiración, y con secuelas que duraron hasta bien entrado enero y todo para hacer algo que tenía que haber hecho siendo joven y no hice, y que ahora me hace sentir más joven. ¡Qué cosas!

Y como quien no quiere la cosa llegó Semana Santa y os preguntaréis que hice, pues ni vacaciones, ni escapadas, y no vi una sola procesión, y sin esquivarlas oiga, lo que viene siendo una Semana Santa perfecta.

Una prueba superada que me hizo llegar al verano con unas ganas locas de tumbarme a la bartola a tomar el sol, cosa que no he hecho un solo día en la tan ansiada época estival.

¿Y qué ha ocurrido? Pues absolutamente nada, que no solo estoy tan contenta, sino que estaba deseando que acabase el verano, para no hacer cosas que se hacen en verano. Menudo lío. ¿Pero que me pasa? Esto no es normal. Pues muy sencillo: he cruzado la delgada línea de los treinta y…

Conclusión, que de crisis ni hablar, que ya nada es lo que era porque si no es nada es aún mejor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.