Europa no existe, son los padres

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Aparco mi sarcasmo para otro post y os pido permiso para ponerme seria. Comienzo a juntar letras con un nudo en la garganta que me hace respirar con dificultad, en ese preciso instante me pregunto si en este mismo estado se encuentran nuestros grandes líderes europeos, tras ver como día tras día mueren decenas de personas huyendo de una barbarie bélica, a los pies de nuestras fronteras, mientras ellos, cuentan como si fueran ovejas los refugiados que les tocarán: “Yo me llevo dos mil, yo cinco mil, órdago a grande”. Y es que parece que en ese ente que es Europa, nadie ve, ni oye, sólo se mueven por estímulos, anestesian al paciente y, de nuevo, vuelven a la posición inicial.

Lamentablemente, la muerte de Aylan Kurdi –niño sirio ahogado en una playa de Turquía- sólo ha provocado una leve tormenta que ha durado unos días, ciclogénesis explosiva. Y tras la tormenta, ha venido la calma. Una calma que Europa pretende imponer en las anestesiadas conciencias ciudadanas, en lugar de aprovechar la herida para extirpar el tumor y dignificarse como Comunidad.

Si ya renegábamos de nuestra condición de europeos, si la veíamos lejana, ahora, ese sentimiento se está convirtiendo en vergüenza por pertenecer a una Comunidad que permite, consiente y facilita la muerte de seres humanos. Porque, una que no es ducha temas fronterizos, que no entiende de religiones, ni de banderas, ni de fronteras, sólo ve como hombres, mujeres y niños mueren a los pies de un continente llamado Europa. Una Europa que se enfada si su ciudadanía no participa en las elecciones comunitarias y muestra sus dudas sobre la capacidad de entendimiento de su gente, pero que cuando más se le necesita y se le reclama, se esfuma y desaparece. “¿Quién es Europa?” -pregunta uno. “Que ingenio, Europa no existe, son los padres” –le responden.

En este sentido, considero que sus líderes han desaprovechado la oportunidad de dignificar la condición de europeos, y por el contrario han levantado vallas, elevado muros, parado trenes y, ahora, detienen a refugiados. Entonces yo me pregunto cuál es la diferencia entre nosotros y los estados islámicos que tanto hemos criticado durante esta contienda porque no acogían a sus paisanos.

Lamento ponerme hoy tan gris con vosotros, pero es que es pensar en la llegada del invierno y me recorre un escalofrío al pensar en esas personas hacinadas en campos de refugiados con el mercurio por debajo del cero. Sin zapatos, sin ropa, sin comida. No creo que sea necesario que un Consejo de Estado diga que hay ayudar, ni esperar a que los ministros de Exteriores se reúnan y decidan que hacer porque a este paso, al final no vamos a tener que acoger refugiados, sino repartirnos cadáveres.

 

Tristes guerras

si no es amor la empresa.

Tristes, tristes.

Tristes armas

si no son las palabras.

Tristes, tristes.

Tristes hombres

si no mueren de amores.

Tristes, tristes

Miguel Hernández

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