¿Por qué somatizamos?

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El otro día dando un paseo con una amiga, que vino a visitarme, por una maravillosa ciudad que es Segovia, ésta me dijo “Yo no sé qué me pasa, mi estado general es horrible, me encuentro fatal y el caso es que he ido a mil médicos y ninguno me dice lo que tengo”

La pregunté: ¿Tienes alguna preocupación últimamente? Me contestó riéndose con cierto toque sarcástico, ¿Tú qué crees? ¿Tú crees que mi vida es fácil?

Yo traté de darla una visión positiva, comentándole que todos teníamos preocupaciones y que los problemas eran parte de la vida, pero de nada me sirvió. Ella estaba empecinada en lo horrible que era su vida y que no contaba con el apoyo necesario y básico de su familia.

Desde mi punto de vista, ella lo veía así porque su estado de ánimo no era el más óptimo que se pueda tener. Al contrario, siempre andaba decaída y quejándose de todo. Después hablaba de dolencias, constantemente. ¿Qué le faltaba? ¿Quizás su malestar escondía una causa más profunda?

Yo me preguntaba esto porque la mayoría de las veces no caemos en la cuenta de que cuerpo y mente están conectados y los seres humanos podemos llegar a somatizar, en determinadas épocas de nuestra vida, un malestar interior. Por ejemplo, podemos hacer una somatización a los 40 porque vemos que la vida avanza muy rápido y esto nos asusta o por estar muy estresadas al no recibir refuerzos sino tan solo demandas, ser una buena profesional, una buena madre, en algunos casos, apuros económicos, compromisos sociales, etc.

El problema es cuando una mujer lleva años somatizando y sobrepasamos el límite. El problema se ha cronificado. Esto, a su vez, conlleva un deterioro en todos los planos de la vida: laboral, social, etc. Por esta razón, debemos preguntarnos si los dolores son siempre físicos o proceden de causas más profundas que, hemos ido arrastrando a lo largo de nuestra vida.

El dolor que se puede experimentar es real. Suele ser más común en nosotras que en ellos. A pesar de que se recurra a médicos de todas las especialidades, los profesionales llegan siempre a la misma conclusión: “puede que sea algo nervioso o tenga usted ansiedad.”

Evidente, que hay que descartar cualquier problema físico y ahí plantearnos un tema al que eludimos en casi todos los artículos y es la importancia que tiene conocerse a sí misma, sabiendo cuáles son nuestras necesidades, cuan de sensibles somos y qué haría, conociéndonos, que determinadas situaciones o circunstancias de nuestra vida no se hagan tan cuesta arriba, intentando paliarlas con el método o estrategia que mejor nos resulte, según seamos.

Por parte del profesional de la psicología se debe actuar, desde mi punto de vista, de forma humana y flexible, sabiendo que la persona que nos llega, vive dolores reales para ella, enseñándole herramientas de resolución de problemas y habilidades de afrontamiento. Antes de ello, debemos tranquilizar y crear un clima distendido.

Con lo anterior, doy por hecho que siempre que alguien que conocemos nos describa este cuadro, le aconsejaremos que pida ayuda, ya que todas pasamos por baches en esta vida y, a veces, alguien ajeno a nuestro entorno, nos puede echar una mano más objetiva.

Y como no, para ser fieles al estilo que venimos siguiendo en los distintos artículos de la sección psicología en Crisisdelos40.com, os ofrecemos los siguientes consejos en este tema que hemos tratado:

  • Conócete muy bien a ti misma. Nunca se acaba de hacerlo.
  • Identifica aquellos estímulos que son para ti piedras en el camino y no tropieces, siempre que puedas.
  • Relájate y disfruta de la vida y busca ayuda si te encuentras en una etapa de crisis o metida en un círculo de pensamiento pernicioso para tu salud mental.

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