Minimalismo emocional 3: ¿Quién dijo vergüenza?

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No sé si pensaréis como yo, los 40 no son para tener vergüenzas, eso se lo debiéramos dejar a otras edades con otros aprendizajes. Desde la perspectiva más racional uno lo tiene claro, la primera edad adulta es la del empoderamiento, la autoafirmación, la de soltar cargas que no queremos. Pero la realidad es que si uno indaga un poquito en su interior hay muchas “vergüenzas” que tenemos desde la más tierna infancia que nos acompañan y nos limitan a lo largo de toda la vida. Vergüenzas propias o ajenas que nos suelen causar desazón y malestar sin que podamos hacer mucho por evitarlo, ¿o sí?
Esta semana en nuestra operación bikini mental os propongo hacer una limpieza de la vergüenza que nos paraliza y nos resta momentos que podrían ser de disfrute.
Lo primero que vamos a hacer es un ejercicio de detección de esos momentos. Es fácil por que se caracterizan por unas fuertes ganas de hacer algo que van acompañadas de un freno igual de intenso que hace que no lo podamos hacer porque creemos que alguien va a pensar mal de nosotros o que estamos haciendo algo inapropiado. Hay tantos pero tantos momentos de estos que puede que te sorprendas al descubrir las cosas que dejas de hacer por esa sensación vergonzosa, como reír a carcajadas en el cine cuando nadie más lo hace, decir algo gracioso por si a nadie le resulta divertido o ser la primera persona en arrancar a bailar en cualquier evento.
El siguiente paso a la identificación de ese momento es el análisis: ¿por qué tengo esa sensación, por qué me freno? ¿Por qué no voy a hacer realmente lo que quiero si no hace daño a nadie? Muchas veces la respuesta es porque en algún momento te pasó algo que te hizo sentir mal por la razón que sea, o que crees que no tienes edad de hacer lo que te está apeteciendo. La cuestión es si debemos dejar que el poso de un recuerdo de una situación que normalmente se produjo en la primera etapa de nuestras vidas nos impida disfrutar ahora con plena consciencia de lo que queremos o si de verdad creemos que hay edades preestablecidas para hacer ciertas cosas.
Vamos con el paso más difícil de vencer la barrera imaginaria de la vergüenza. No lo pienses demasiado. Véncelo sin más, sin pensarlo mucho. Únicamente podemos cuestionarnos qué es lo peor que nos puede pasar y si le importa realmente a alguien. Debemos intentar no darle tiempo a la sensación de freno a actuar, vamos a hacer lo que realmente queremos y punto. Sé más impulsivo y no pienses tanto. La idea es no dar tiempo a nuestra mente a sacar una conclusión racional fuera de esas dos preguntas previas cuyas respuestas son nada y no, no te va a pasar nada malo y no le importa a nadie realmente.
Para los que os cueste mucho dar este paso y derribar esos muros que hemos levando durante años podéis intentar un paso intermedio que consiste en comenzar a romper esa barrera junto a nuestros seres queridos. Ríe con todas tus ganas junto tus hijos, arranca a bailar esa canción que ponen en la radio o aplaude la comida que hizo tu pareja.
Si somos radicalmente sinceros con nosotros mismos la verdadera tragedia es dejar pasar ese momento especial que seguro nos va a hacer más felices. Sé que es complicado, es uno de los ejercicios más radicales y complejos que os he propuesto, hay que tener valentía y decisión. Saltar al vacío y llegar al último paso.
Este es el paso más importante sin duda, el de disfrutar de la caída, precipitarse y centrarnos en la sensación de poder y euforia que acompaña a superar una “vergüenza” que no queremos. Disfrutar y reír, dejarnos llevar por esas sensaciones que nos hemos prohibido. Ser plenamente conscientes de la recompensa y grabar esta nueva sensación en nuestra mente, la de libertad y alegría.
Me gustaría dejaros una muestra de la magia de este momento, es una escena de la película “Big” de Tom Hanks. Ese momento en el que él la sube a la cama elástica y le pide que salte. Ella reticente da un pequeño salto e intenta bajarse, entonces el niño con cuerpo de hombre coge sus manos y le ayuda a saltar. A ella le cambia la mirada, conecta con su niña interior y la felicidad asalta su rostro de repente. En un solo instante obra el milagro y ella, ejecutiva envarada, disfruta con todo su ser. Aquí tenéis el enlace http://youtu.be/gxeIvClLpKI
Dejad que la felicidad os asalte sin vergüenza alguna.
Feliz día!

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