Sin palabras…

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Cuando juegas con cuentos, en ocasiones tú eres el protagonista de uno de ellos. Esta historia ocurrió hace cuatro años y medio. Una asociación me contrató para crear una historia y estaba desesperado. La inspiración se había marchado de viaje y no tenía billete de vuelta. Decidí acercarme a la biblioteca y rodearme de libros por si surgía alguna idea. Me acompañó mi hijo Martín, que por esos tiempos tenía dos años y medio. Le gustaba coger cuentos de la zona para bebés, me los daba y yo se los leía hasta que se cansaba y nos marchábamos. En aquella época se cansaba poco, así que me leí todos los cuentos sobre colores, formas, animales y partes del cuerpo que existen en el mundo. Intenté darme una vuelta para ver algunas editoriales en busca, como digo, de inspiración, pero nada. Me puse bastante nervioso, el tiempo se me echaba encima. Debí poner cara de angustia porque mi hijo me agarró la cara con sus manitas y me preguntó “¿poqué etá tite?”* Contesté que papá necesitaba un cuento pero no lo encontraba. Sin decir palabra, se fue por primera vez a una sección que no era la suya, comenzó a mirar, parecía saber perfectamente lo que estaba buscando y después de un rato, extrajo de una estantería, aparentemente al azar, un libro. Se acercó con una sonrisa de oreja a oreja y al dármelo únicamente dijo “papá, tu cuento” y se marchó de nuevo a su zona con la satisfacción del trabajo bien hecho. Su ternura y esfuerzo, que yo creía baldío, me conmovieron. Al bajar la vista, leí en la portada “La gran fábrica de las palabras”. Las ilustraciones me llamaron la atención y tras abrirlo todo se volvió silencio a mi alrededor, solo estábamos el cuento y yo. Cada paso de hoja, cada ilustración era un sabor diferente y al llegar al final…¡boom! La perfección. Mis ojos se agitaron y me di cuenta que Martín tenía razón, era el mío pero no lo había escrito yo.

¿Imaginas un mundo donde tienes que comprar las palabras para poder pronunciarlas? Y si eres pobre, ¿dónde encuentras esas palabras?, ¿en el basurero? O quizás ¿se pueden atrapar en el aire? Diego vive en esa ciudad pero es pobre y solo tiene tres palabras que ha cazado esa tarde con su cazamariposas. No las quiere pronunciar pues las guarda para Aura y Diego está enamorado.

Las palabras, lo poco que las cuidamos y valoramos, la importancia de todos nuestros gestos, una simple mirada, una sonrisa sincera. De todo ello habla este cuento y todas sus ilustraciones le aportan una imagen perfecta. Es una obra de arte que hay que tener, mimar y regalar.

Secándome las lágrimas de emoción, como “macho que soy” y sin que nadie me viera, observé en silencio a mi hijo Martín como rebuscaba entre los libros. Pensé en lo ocurrido y solo podía explicarlo desde la magia que los niños tienen y nosotros perdimos hace tiempo. Busqué una palabra en el viento para agradecerle lo que había hecho, me acerqué y mirándole a sus ojos con todo el amor que alberga mi corazón le dije… BESO.

Juguemos a un juego, ¿Me regaláis una palabra?

*Traducción para los no iniciados en el lenguaje de 0 a 3 años: ¿por qué estás triste?

 

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Agnès de Lestrade

Editorial: S.L. SLEEPYSLAPS

ISBN: 9788493741815

 

 

 

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