Mis nuevas mejores amigas

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Sí, son ellas, las deportivas molonas son ahora mis nuevas mejores amigas. Y es que se han convertido en un bien de primera necesidad en mi vida y por qué, pues muy sencillo. En primer lugar decir que yo soy una persona normal, vamos, una humana corriente y del montón, qué quiere decir esto, simplemente que mi cuerpo, tras el primer embarazo, no se ha recuperado y ha vuelto a su ser como si nada; de hecho, tengo una bolsa llena con vaqueros de la talla 38 que sigo guardando con la utópica ensoñación de que algún día recuperaré mi estupenda figura y me los volveré a calzar cual veinteañera buenorra… de ilusión también se vive, ¿no?.

Pues eso, mi cuerpo, antaño lozano y firme, nunca ha recuperado su tersa textura. Tres años después continúo teniendo dos tallas más de pantalón, algo que aún me produce un escalofrío mañanero cuando tengo que vestirme. Antes de quedarme embarazada, me repetía a mí misma que iba a adelgazar cinco o seis kilillos para no ponerme como un pez globo, ¡bah!, llegado el momento, me he quedado embarazada con mis siete u ocho kilos de más y claro, me ha entrado la angustia vital, como la llamo yo.

Tras pasar por el mal trago de la primera visita a la matrona, donde te pesa y te mide como si fueras una vaca antes del matadero, creí morir ante el peso que indicaba la báscula del mal, -porque estoy segura que pesa de más para hacernos sentir fatal y no engordar como cerditas-, y me puse las pilas… ahora solo como verduras al vapor y ando todos los días una hora al menos, me he comprado una pulsera que controla todos mis movimientos, monitoriza el sueño, calcula las calorías ingeridas y las quemadas… vamos, que me he vuelto loca del todo.

Y aún así, ¡mi tripa es inmensa! no para de crecer y solo estoy de siete semanas… ya sé que cuando se trata del segundo embarazo es diferente y se nota más la tripa y bla bla bla… ¡pero esto no mola nada!. Qué diferencia con el primero, deseando que se te note la tripita y enseñando la formita de la barriguita, casi inexistente, a todo el mundo… ahora me escondo, blusas amplias y pose natural, que no se me note que tengo ganas de vomitar a todas horas…

Porque esa es otra, qué diferencia, no tiene nada que ver un embarazo con otro, en el primero ni me enteré, no tuve ningún síntoma, ni náuseas, ni vómitos, ni dolores de cabeza… nada, hasta el último mes que ya caminaba como un dinosaurio octogenario… Ahora, todo me da asquete, y voy por la vida como si me hubieran puesto la mierda debajo de la nariz, madre mía lo que son las cosas…

En fin, que cada día me da más pereza ponerme las deportivas molonas, pero cada día doy más pasos, según mi pulsera ‘gran hermano’ que todo lo ve, y noto la pancita más redonda y me gusta más acariciarla, ¡ay! esas contradicciones de embarazada, y mientras tanto la vida sigue y mi niño grande de casi tres años ha empezado el cole de mayores y tan contento, buff, todo pasa tan rápido…

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