Ultimamente me fascinan los gimnasios, sí, lo confieso, llamadme rara. Me parece un fenómeno sociológico digno de escribir un libro, o una enciclopedia. Quizás un motivo es que, desde que tengo uso de razón he recorrido muchos, sin éxito, intentando engancharme a alguna disciplina. ¿Quién me iba a decir a mí y a mi profesor de deporte favorito (Carlos, te mando un beso) que a mis taitantos iba a conseguir, por fin, engancharme a algo, aunque sea a mí manera.
Pero sin despistarme del tema y volviendo a los gimnasios, como ese espacio grande o pequeño, en el que se combina gente de lo más variopinta que puede o no tener nada en común contigo, os diré que la gente que allí convive provoca en mí cierta empatía. Y en ese punto estoy, analizando.
Me fascina comprobar como, con el paso de las décadas, ese rincón de machitos musculosos sigue vivo, como señoras mayores mueven el esqueleto al ritmo de música, descubrir a atletas fibrosos de los de verdad, a los cuarentañeros y cuarentañeras que pretenden(demos) recuperar lo que éramos antes de los embarazos, a los que van a todas las clases, a los que pagan para no ir, a los monitores, a los que se marcan objetivos sabiendo que no llegarán a término, a los fijos, a los altos, a los bajos, a los gorditos, a los flacos, a los que hacen deporte sólo para poder comer sin remordimiento o a los que ansían ser deportistas. ¿Y qué me decís de las maduritas divinas? Sí, sí de esas que siempre van a la última y están estupendas ¡¡¡¡y encima son majas, que no se las puede criticar 😉 !!!!! Entre todos ellos, allí estoy yo, con mis mallas traicioneras observando todo lo que rodea y pedaleando porque, como mujer que soy, sé hacer dos cosas (o tres a la vez). Ah! Y… ¡no es cotilleo, es análisis! Ya me he hecho amiguitos, aunque tengo una especial, esa con la que comparto miradas cómplices en el momento en que ambas nos miramos aterradas cuando llegan las abdominales…¿Quién inventó ese infernal ejercicio?… Allí estamos mirándonos en el suelo, en la colchoneta, riéndonos mientras todos cuentan a la vez…uno, dos, tres, cuatro….
Y, también os confieso, y muy en serio, que si algo me gusta de los gimnasios es que no juzgo ni me siento juzgada. Me da igual a que se dedica la gente, y siento que les da igual saber quien soy. Y en una profesión, o en una ciudad como la que yo habito, eso se agradece, y mucho. Algunos estaréis boquiabiertos leyendo tanta tontería junta y ordenada con letras, ¿hablar con gente que no conoces?. Yo, en cambio, en estos tiempos en los que siento que el mundo está enfermo, me siento reconfortada con ello. Sí, sí… podéis seguir llamándome rara…
La verdad es que no creo que corra nunca ninguna maratón, ni que pueda volver a meterme en un grupo de Kaila (lo siento, mis chicas) aunque os confesaré que, algunos días (venga va, sólo uno) he hecho incluso dos clases seguidas: Body Pump & Ciclo. Quizá la proximidad con los cuarenta ha hecho descubrir en mí aspectos escondidos en lo más profundo de mi ser… Eso o sencillamente, ¡la crisis de los 40 me ha atrapado del todo!