Pues ya hemos puesto fin al enigma, vamos a tener una niña, ¡qué alegría!, pues sí, mucha, aunque sinceramente, me había hecho a la idea de que iba a ser un varoncito, hasta mi niño grande de tres años no concebía otra cosa, incluso se enfadó bastante cuando su padre y yo se lo comunicamos, pero la verdad es que ya lo ha asimilado como un súper hermano mayor y le hace mucha ilusión, veremos cuanto le dura.
Es curioso esto de cómo se toma la gente la noticia…bueno, vamos a empezar por el principio. Cuando el ginecólogo nos dijo en la consulta que era una niña yo me quedé muy sorprendida y le pregunté al médico si era en serio, pobre hombre, muy amable él me miró y me dijo, -sí, sí, mira, bien clarito se ve aquí-, y sí, bien clarito se veía. No es que estuviese dudando de su profesionalidad ni muchísimo menos, es que ¡no me lo esperaba!
Pero si mi reacción fue un tanto ridícula, la del padre no os quiero ni contar…venga sí, os la cuento. Para empezar, soltó una palabrota que se parece mucho a ‘ostrás’, ahí, en medio de la consulta y encima me echa la culpa a mi porque dice que ya le había convencido de que era un niño…vamos a ver, yo intuía que era niño, pero, obviamente, ni soy la bruja Lola ni me gano la vida adivinando los números de la lotería.
Aunque lo mejor fue cuando medio lo asimiló una vez fuera de la consulta, perdió el juicio por completo, que si se iba a sacar el permiso de armas, que si se iba a apuntar a Kick boxing y, al loro la ida de olla, que iba a convertir su cuerpo en una máquina de matar, ¿qué es lo que les pasa a los hombres cuando tienen hijas?, ¿se piensa el ladrón que todos son de su condición?, ¡ay amigo! Cosas del karma, supéralo, te quedan muchos años para sufrir. Yo aún estoy “asimilando” que algún día llegará una cualquiera a quitarme a mi niño de tres años ¡ayyyy qué mala suegra voy a ser!, lo intuyo. Pues eso, que me eché unas risas a costa del padre de la criatura.
Más tarde la gente se va a enterando de que es una niña y qué diferencia oye, son todo sonrisas y abrazos: -qué bien, estarás súper contenta, ya tocaba, por fin lazos y todo rosa-, hasta aquí todo perfecto, pero cuando hace más de tres años me encontraba en esta misma situación y decía que era un niño, ¡madre mía!, caras de circunstancia y, flipo aun cuando me acuerdo de aquel desafortunado comentario: -bueno, no te preocupes, se les quiere igual- , pero señora (porque recuerdo perfectamente quién fue), qué me está usted contando, pero cómo no le voy a querer igual, ¡en qué retorcida cabeza cabe que no se quiera igual a un hijo que a una hija!.
He de decir que soy una persona excesivamente transparente y mi cara transmite todas y cada una de las emociones que siento, y en ese momento, sentí incredulidad al principio, ante semejante comentario, y luego un poco de incomodidad mezclada con cara de asco…vamos, que la tal señora, terminó soltando un -lo importante es que venga bien-, y se fue excusándose en no sé qué tontería con el rabo entre las piernas.
Es increíble pero cierto, aunque creo que estas cosas solo pasan cuando el primer hijo es un varón, si ya tienen una niña antes no pasa nada: -qué bien, la parejita-, pero si es al contrario… Y la verdad es que no lo entiendo, mi precioso niño grande de tres años es adorable y no encuentro palabras para describir la increíble relación que me une a él, es el pequeño amor de mi vida, mi hombrecito al que solo le deseo que en el futuro (si es que dejamos un futuro a nuestros hijos, porque al paso que va este mundo), se convierta en un hombre hecho y derecho que respete a las mujeres por encima de todo.
Desconozco lo que es tener una hija por el momento, pero estoy segura que será algo por el estilo y que se convertirá en la princesita de su papá, a quien se le caerá la baba con cualquier gestito o roce que le haga. Así somos los hombres y así las mujeres, débiles y vulnerables ante el sexo opuesto.