Esta es una serie de artículos para soltar lastre e ir haciendo una operación bikini mental para quedarnos súper estupendas para la vida. Empezamos fuerte, espero que practiquemos juntas y alcancemos una mente escultural.
La definición de perdón es: acción de perdonar, un verbo que hace referencia a solicitar u otorgar a alguien la remisión de una obligación o una falta. Antes del momento del perdón, la persona que lo solicita debe estar arrepentida, mientras que el perjudicado por la falta tiene que estar dispuesto a dejar el problema atrás. No tiene desperdicio, el diccionario lo explica perfectamente. Sólo que no nos dice cómo se hace.
El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Hay que asumir que probablemente nadie puede tirar ninguna porque en algún momento todos nos hemos encontrado en una u otra situación, tener que perdonar o querer ser perdonados. Hoy vamos a centrarnos en lo primero, ya que a todos alguna vez, por una razón u otra nos hecho algo que nos ha dañado. En ocasiones sin querer, en otras adrede. El caso es que no sólo cuando nos hacen daño nos sentimos mal, también si el daño lo infligimos nosotros habrá una parte de culpa que nos hace sentir mal. Siempre, no nos engañemos. Aunque pensemos que nos hemos sentido bien haciendo algún mal, no es cierto, nunca es cierto, pasa factura. Es una realidad. Cuando somos conscientes del mal queremos que nos perdonen, también es una realidad. Sentimos una necesidad casi física, lo admitamos o no. Pero muchísimas veces, por orgullo, por miedo, o por cualquier otro motivo no damos el paso para liberarnos de esa carga, esa basura emocional que no nos sirve para nada. Po eso hoy, usando esta idea de que también para la otra persona, de una u otra forma, le estará pasando factura, en la crisis de los 40 os proponemos un ejercicio de Minimalismo Emocional.
Es curioso porque igual que nos pasa a nosotros les pasa a aquellos que nos han dañado, que no pueden o no saben pedirnos perdón, o peor, no saben que nos han ofendido en algo y reciben nuestras “ondas” de rencor sin saber qué ha pasado. Está demostrado científicamente que perdonar o ser perdonado genera una carga de endorfinas sin precedentes ¡Ni la lotería te hace sentir tan bien! Por eso limpiar nuestra basura emocional es tan rentable, porque a la par que libera te hace feliz, ¿qué más se puede pedir?
Ahora viene lo difícil, perdonar o pedir perdón.
Lo primero que debemos hacer es pensar en que todos cometemos errores, muchas veces sin querer. Por eso todos merecemos ser perdonados. Desde esa perspectiva todo debería ser más fácil.
Debemos aislar cada situación para deshacernos de la basura bolsa a bolsa y poder ir al paso siguiente.
Lo segundo es hacer un ejercicio de empatía. La empatía es fácil cuando hablamos de alguien a quién queremos o nos cae bien, pero cuando es hacia alguien que nos ha hecho daño es más difícil, pero os aseguro que también es mucho más rentable. Ponernos en el lugar de una persona, intentar entender por qué se comportó de ese modo en ese preciso instante. Qué pudo pasar por su cabeza. A veces este ejercicio nos sorprende y vemos las cosas de otro modo.
Recordar y reforzar en nuestra mente las cosas buenas de la otra persona, si esa persona que tanto te ha ofendido tiene cosas buenas y gente que la quiere y la valora por eso. Piensa en ella en un buen momento, piensa en algo que hizo por ti y te conmovió.
Revisa la situación desde fuera, como si estuvieras viendo una película y sé realista, porque seguro que tú también habrías actuado de otro modo. El mirar las situaciones sin ser los protagonistas hace que seamos más objetivos y veamos la situación de un modo global.
Con todos estos puntos de vista nuevos probablemente ya tengas la mitad del camino recorrido, ya hayas casi perdonado, pero queda el último paso, dejarlo correr, no volver a pensar en esa situación y centrarnos en el ahora que queremos vivir sin esas cargas que sólo nos aportan sufrimiento.
Pero, si nos hace falta a nosotros o a la otra persona porque no conseguimos resetear, podemos concretar esto en una conversación final en la que pidamos perdón o, si el conflicto era evidente, otorguemos ese perdón sin necesidad de que nos lo pidan. También está el supuesto de que no se tratara de un conflicto tan evidente y debamos hacer patente nuestro mal estar para que el otro pueda disculparse y así poner punto y final.
Tenemos que ser conscientes de que el pasado ya no existe y necesitamos soltarlo para seguir con nuestra vida un poco más ligeros. Sé que no es sencillo pero recordad que «errar es humano pero perdonar es divino».
Feliz día!