Embarazo navideño

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Navidad otra vez, ¿a alguien más le pasa? Se me va el tiempo volando y tengo la sensación de que hace cuatro días estábamos celebrando el solsticio de invierno de 2014 -no se me vayan a enfadar l@s ate@s-. Pues aquí me he plantado, finalizando 2015 embarazada de 5 meses ya, 23 semanas para ser más exactos.

Hoy no es el post para hacer balance del año, lo dejo para el siguiente, esta semana me voy a centrar en la Navidad y sus estragos alimenticios. ¡Con lo bien que lo estaba llevando hasta ahora! Dos kilos he engordado por ahora, algo inaudito, aunque no sin sentido dadas las carreras que me doy y no precisamente en la pista de atletismo. Cualquier madre del mundo sabe de qué hablo con este pequeño resumen: -lleva al niño al cole, haz la compra, limpia la casa, recoge al niño, actividades extra escolares…- y si encima trabajas… bueno, la verdad es que en el otro embarazo me movía menos, yo no sé qué pasa pero ahora que estoy desempleada tengo más trabajo que nunca, qué cosas… esto de creernos madres con ‘superpoderes’ que llegan a todo y encima guapas y estilosas va a terminar con la especie humana, primero nosotras y luego, inevitablemente, con el resto (humanoides sin importancia que pululan a nuestro alrededor dando mucha guerra, y no me refiero a los niños, creo que ya sabéis de quién estoy hablando jajajaja).

Pues eso, que sigo con mi ropa de siempre, aunque los pantalones me quedan bien, lo de las camisetas creo que debo ir pensándomelo mejor y pasar a la L-XL, porque tengo la sensación de que me quedan como a los gorditos tripones que le cuelga la parte delantera de la prenda por encima de la panzota, la cual asoma irreverente por debajo dejando ver un pedacito de carne rosadita y, en este caso, tersa y sin estrías, que bien la embadurno de crema día y noche.

El caso es que acechando ya las copiosas cenas de navidad, miedo me da empezar el año con pantalones premamá que tanta grimilla me dan, no por feos, que un poco también, sino por lo que suponen. Afortunadamente este año me he “librado” de la cena de empresa, esa que tanto da que hablar año tras año porque alguien siempre la caga y termina liándose con quien no debe delante de todo el mundo, o se emborracha hasta echar la cena encima del jefe de turno… qué buenos ratitos de sobremesa y tertulia posterior durante meses dejan estas anécdotas navideñas… ¡ay, qué me lio!

Bueno, que me he librado de esa que algo, quieras que no, aporta a la báscula. Aunque suplo la falta de viandas por chocolate en todas sus variedades. El dulce nunca me ha ido, pero el chocolate me vuelve casi tan loca como la extra de verano o en este caso la de Navidad y duran exactamente lo mismo, cinco minutos, uno en la boca, otra en el bolsillo.

Sin estrés, que esto de atiborrarse está medio justificado cuando estás embarazada, hasta que te toca pasar por la temida matrona, que entonces es cuando te pone verde, te revuelve la conciencia y te hace sentir mala malísima porque puedes padecer una diabetes gestacional y poner en riesgo al bebé… venga, no voy a pensar en que el 12 de enero tengo analítica y curva del azúcar porque me dan ganas de volverme bulímica.

Y así, deseándoos que paséis una gran Noche Buena y una felicísima Navidad, o solsticio de invierno, como prefiráis, me despido. Mi niña pesa ya 400 gramitos y sigue su crecimiento viento en popa a toda vela -y mi culo le acompaña de forma acompasada por ahora, sin cartucheras indeseables y buenos propósitos-. FELIZ NAVIDAD

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