Que no me vendan la moto

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Algo huele mal, pero mal, mal… ay qué pereza me da incluso el champú de la ducha, allá por dónde voy todo huele mal, ya ni en mi casa me encuentro a gusto. Esta sensibilidad olfativa se debe a que nuestro cuerpo pone en marcha una especie de mecanismo de defensa para evitar sustancias que podrían ser nocivas para el feto, pero vamos, a mi me parece que a este paso me voy a tener que recluir en un bunker despresurizado e incomunicado porque esto supera los límites absurdos de los olores desagradables… Y esto sin exagerar.

Como ejemplo significativo… no soy de las que cambia de colonia habitualmente, soy fiel a mi fragancia y en estos momentos ni la reconozco, me he pasado a la infantil que esa nunca defrauda, ni creo que entrañe ningún peligro para mi futuro bebé.

Todo ello unido a la fantástica sensación de ardor a lo largo de mi esófago. Es como si después de comer encendieran una cerilla en el centro de mi estómago repleto de dinamita burbujeante encantada de salir disparada hacia arriba abrasando cualquier atisbo de vida a su paso. Y si ya viene acompañado de nauseas matutinas, tardías y/o nocturnas… ¡que empiece la fiesta!, matarías a cualquiera que te dice, -qué guapa estás, qué bien te sienta el embarazo, si es que es el estado ideal de la mujer-… peroooo, a quién pretenden engañar, tengo ojeras porque no puedo dormir, la cara blanca cenicienta a causa de la desagradable sensación de mareo que me acompaña y cara de asco porque la vida entera me huele mal…

¡Que nadie se asuste! nada de esto es mortal, solo incómodo, pero que tampoco nos vendan la moto, el embarazo es un rollo patatero. El primer trimestre es tremendamente desagradable, luego mejora, eso sí, pero a quién le gusta tener los pies hinchados como botas y caminar como un dinosaurio moribundo allá por los últimos meses de gestación… mola sentir al bebé cuando tiene poco espacio y ves salir bultos extraños de tu vientre, pero no me extraña a que muchas mujeres esta sensación le resulta increíblemente marciana…

A veces tengo la sensación de ser un bicho raro, afortunadamente tengo una prima que comparte cien por cien mi visión del embarazo. Me refiero a ese vínculo maravilloso que tienen muchas futuras mamás, que sienten una conexión vital con su bebé en la panza, en plan éxtasis de Santa Teresa… lo confieso, yo no siento nada, más allá de las cuestiones físicas, soy una madre horrible, y si ya os cuento que no le quise dar el pecho a mi niño grande de casi tres años, ¡podéis crucificarme!, pero bueno, el tema de la lactancia da de sí tanto como un post, así que me lo reservo.

Lo dicho… que no entiendo qué necesidad hay de mitificar el hecho de que una mujer esté embarazada, no es como si estuviéramos enfermas ni mucho menos, pero no es nuestro mejor momento ni de lejos. Os aseguro que me siento mucho más libre, cómoda, activa y eficiente cuando no tengo un pequeño ‘alien’ creciendo en mi interior. Eso sí, cada vez que pienso que una personita se está creando de la nada dentro de mí, alucino, pero en sentido existencial, lo del resto de ‘daños colaterales’, repito: un rollo.

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